martes, 21 de junio de 2011

Manderlay



Lo primero que puedo decir de Manderlay es que es inconsistente con Dogville. Todo el desarrollo emocional e ideológico de Grace se desvanece por completo en esta secuela. Es un volver a lo mismo. Manderlay empieza como acaba Dogville, con una discusión de tintes moralistas entre Grace y su padre: la misma discusión que tuvieron al final de la primera parte la tienen al inicio de la segunda. Dogville establecía una escisión entre los valores que valen por sí mismos y los que necesitan de un algo externo que les de fundamento: la diferencia entre deontologismo y consecuencialismo, entre Kant y Maquiavelo. El padre mafioso terminaba convenciendo a Grace de que sólo con buenas intenciones no se llega a ninguna parte, pero ese convencimiento, contra todo pronóstico, se desvanece por completo al principio de Manderlay, y al suceder esto la evolución de Grace, que había pasado de ingenua moralista a fría consecuencialista, vuelve de nuevo al primer estadio, convirtiendo la relación entre las dos películas en algo incoherente. Teniendo esto en cuenta podría llegar a suspenderla, pero no lo haré, porque como película independiente es muy buena.

En Manderlay viajamos al pasado desde el presente. Los negros, que en ese entonce sya gozaban de derechos, son esclavos en aquel pueblo. Grace se da cuenta y decide, en consecuencia, terminar con la tiranía para dar luz a la libertad. La película es una apuesta entre Grace y su padre: la primera piensa que la libertad, su significado, es algo perfectamente delimitado, lo que nos lleva a un ideal determinado que, sin embargo, está lejos de ser demostrado empíricamente como real; el segundo, por contra, asegura que hay muchas formas de libertad, y que una de tantas puede darse en estado de esclavitud. Se aleja de un ideal de libertad para introducirse en una esfera completamente distinta: ésta no es algo definible, no es algo cuyo significado podamos, sin más, fijar en un concepto; para él la libertad parece ser algo puramente emocional, sentimental: si tu sientes que eres libre, entonces eres libre.

El desarrollo de la película consiste en el intento de Grace de instaurar un tipo de libertad determinado en Manderlay. Los primeros cuarenta minutos son tremendamente aburridos, y no despega hasta que uno va captando el error de base de la protagonista. Lo mismo que sucediese en Dogville se repite en ésta, aunque en esta ocasión no sea la integridad física de la protagonista la que pende de un hilo, sino su moral. Poco a poco se van dando pinceladas que dejan de manifiesto la problematicidad de instaurar de raíz un tipo de libertad a la que la sociedad no tiene porqué estar preparada. Grace es poco consecuencialista, piensa más en la bondad de sus acciones que en sus consecuencias, todas negativas. De esto nos damos cuenta cuando el pueblo decide condenar a muerte a uno de sus miembros. Ella, que intenta convencerles de lo contrario, no tiene más remedio que aceptar esa realidad, pues es, irónicamente, la consecuencia de un voluntad absolutamente buena (la suya): son las consecuencias de la democracia. Que no se dé cuenta en este momento de su error, que continúe en consecuencia con toda su moralización, puede deberse a dos cosas: a una ida de pinza del guionista o al orgullo de la protagonista. No lo sé.

Las malas consecuencias de la instauración de una democracia en el pueblo llevan a éste a plantearse un retorno al pasado, a la esclavitud: entonces tenían comida, una vida que sin ser lujosa era vivible, tranquila y segura. Ahora, con la libertad, se desata el descontrol y la agonía: al no estar vigilados, constreñidos, los miembros del pueblo no trabajan, primero, y se dejan llevar por sus vicios, segundo. El hambre despierta. Las consecuencias son nefastas. De ahí que decidan volver al antiguo sistema, pero como no tienen un ama blanca que las vigile, deciden obligar a Grace a que constituya ese papel: la esclavizan. Ella, que era libre, que trató de liberar a los esclavos negros, termina siendo esclavizada por éstos.

Se da una relación muy parecida entre el hombre y su mascota: la mascota tiene la vida resuelta, en libertad, sin embargo, tiene que ganarse el pan. En cautividad muchas veces parece que quien manda es la mascota, y que el amo, simplemente, se ajusta a las necesidades de ésta. Esto es lo que les sucede a los esclavos. El pueblo, al darse cuenta de que la libertad implica esfuerzo, decide esclavizar a Grace para que les "esclavice". Irónicamente, los esclavos habían elegido libremente no ser libres.

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